ORACIÓN GRABADA
TEMA: PERDONAR ES AMAR
PADRE DARIO BENCOSME
El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
Madre Teresa de Calcuta
Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.
(Anónimo)
Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado.
(Anónimo)
El Amor y el Perdón son lo mismo, el que es capaz de amar, es capaz de perdonar, el perdón y el amor empiezan con uno mismo. Primero tienes que amarte, para poder amar a los demás, primero tienes que perdonarte, para poder perdonar a los demás. Cuanto más amor tengas para ti mismo, más fácil podrás perdonarte a ti mismo, y cuando más te perdonas a ti mismo, más puedes perdonar a los demás.
El perdón empieza con una decisión del corazón. El perdón es la puerta que te abre el amor hacia ti mismo. Comprende que dentro de ti, hay una capacidad muy grande de amar. El perdón es la llave que llevas siempre contigo para encontrar tu felicidad. Deja ya de sufrir y decide hoy amar. Deja todo lo que detiene ese amor; el odio es un amor equivocado, que solo te hace daño. La falta de perdón te estanca, te ata, te encierra y mira hacia atrás. Deja tu pasado, suelta tu dolor, tu resentimiento, decide hoy por el amor.
El pasado, ya pasó, no existe, no tiene fuerza en ti si tú no se la das: Decide hoy por ti, tú lo mereces, tú eres digno de amar, tú mereces amar y ser amado. Tu eres bueno en esencia.
Muchas veces nos sentimos ofendidos y el que nos ofendió, ni cuenta se dio; ¡perdónale¡ porque él se hizo más daño que tú...libérale con tu amor. Sólo dile ‘te perdono, por no ser lo que quisiera que tú fueras’, te perdono, porque no te dabas cuenta el dolor y el daño que tus palabras y acciones me causaban’. ‘Te perdono, porque yo también me equivoqué. Te perdono, porque tú y yo somos uno delante de Dios. Hoy nos damos una oportunidad, un comienzo en nuestra vida.
Perdón: Una decisión valiente.
Perdonarse a uno mismo es probablemente el mayor desafío que podemos encontrar en la vid. En esencia, es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos a nosotros mismos “pase lo que pase”. Es la plenitud latente de nuestra personalidad, la que surge de la disposición de aceptar sin críticas la totalidad de quienes somos, con nuestros aparentes defectos y con los talentos con que Dios, quiso adornar la propia personalidad. Amarse y perdonarse son esencialmente la misma cosa.
Perdonarse a uno mismo es un fabuloso nacimiento. Es un gozo que surge en los momentos en que tenemos la experiencia directa de la compasión, el amor y la gloria de nuestro Yo superior, más allá de toda definición.
Perdonarse a uno mismo no significa justificar un comportamiento dañino para uno mismo o para otras personas. Tampoco significa que uno no sienta remordimiento por el pasado. En realidad el hecho de sentir un profundo remordimiento por el dolor causado forma parte del proceso de curación. El remordimiento puede durar toda la vida, cuando se piensa en cierta persona o en determinado incidente. Pero si hemos de avanzar ese remordimiento no puede seguir siendo una fuerza emocional predominante. Hay que abandonarlo.
El objetivo del perdón es arrojar luz sobre los engaños, temores, juicios y críticas, que nos han mantenido cautivos. Es descubrir la opción de ser libres, venciendo toda barrera y obstáculo, capaz de mirarse en el espejo y decidir “Quién soy”, “Qué quiero”, “Hacia donde voy”.
El motivo más obvio para perdonar es liberarnos de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor crónicos. Al parecer estas dos emociones son las que más convierten el perdón en un desafío, a la vez que en una grata posibilidad para quien desee una paz mayor.
La rabia y el rencor son emociones muy intensas que desgastan nuestras fuerzas y energía de diversas maneras. Cuando vayas quitando las capas, probablemente descubrirás que esa rabia en realidad es un sentimiento superficial. No en el sentido que sea trivial o falso. Por el contrario, es un signo que invita a reflexionar, porque todo problema no es tan simple como parece. Pero debajo de ella pueden haber otros sentimientos.
Cuando nos perdemos en el mundo de larabia, nos volvemos sordos y mudos a nuestros sentimientos más profundo. Hemos aprendido a escuchar sólo aquellos que saben gritar más fuerte. Perdonar es ingresar en el mundo de los valientes, que asumen con decisión la voluntad de Dios, porque El sólo trae la paz interior, la comprensión y el verdadero amor al prójimo.
El perdón no exige comunicación verbal directa, con la persona a la que “quieres perdonar”. No es preciso, ir y decirle: Te perdono. Aunque esto puede ser una parte importante del proceso de perdonar, con frecuencia la otra parte advertirá el cambio que se ha producido en tu corazón. El perdón es una actitud de valientes pero requiere de dignidad y de actitudes responsables, producto del amor de Dios.
El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. La senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento.
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar: si deseas hacerlo, pronuncia con voz clara y sonora: ‘La persona a quien necesito perdonar es... y la perdono por...
Hay tanto amor en tu corazón que con él podrías curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarte interiormente.
Siente cómo una cálida ternura empieza arder en el centro de tu corazón, algo afectuoso y dulce. Y deja que ese sentimiento empiece a cambiar la forma que piensas y hablas de Ti mismo. Ahora puedes afirmar:
“Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba. Perdonar hace que me sienta más libre y sin cargas. Con júbilo aprendo a amarme cada vez más. Cuando más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar. El cambio de mis pensamientos, hace que me sienta una buena persona. Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer. Todo está bien en mi mundo”.
Ps. Flori del Pozo C.
PERDONAR, SANAR, RESTAURAR, RENOVAR…
Porque existen recuerdos, situaciones, acontecimientos, personas, que más que huellas han dejado heridas en el alma y se convierten en la piedra en el zapato que no nos deja avanzar puesto que duele y lastima cada vez que intentamos caminar…
es necesario, urge, aprender a perdonar…
¿Y qué es el perdón?... es la medicina que sana el dolor del alma, es el sentimiento que devuelve la esperanza, es el milagro que renueva o restaura, es la magia que nos permite recordar sin sufrir, y muchas veces olvidar aquello
que tanto nos hizo llorar, nos robó la fe, en el amor, en la amistad, en Dios, en uno mismo o en los demás…
Por ello debemos aprender a Perdonar; quizás a Dios, no porque haya hecho algo mal… sino por aquello que lo hemos de culpar: enfermedades, accidentes, consecuencias de los errores de la humanidad, infertilidades, hijos con
características no esperadas, abundancias o carencias, inconformidades propias que nos impiden encontrar la paz.
Hacemos de nuestra oración un muro de lamentos, nos alejamos de El porque no logramos entender o discernir cuál es su voluntad, le culpamos de los errores de otros…
Para poder renovar nuestro interior, es preciso liberar de toda culpa a Dios, aprender a descubrir y experimentar su inmenso amor y encontrar en él la sanación interior…
Hay casos en los que nos cuesta reconocer, que es a nosotros mismos a los que debemos perdonar; porque nos culpamos de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, juzgamos muy severamente nuestros errores, nos atormentamos por lo que dejamos de hacer o hicimos mal; divorcios, muertes, separaciones, palabras dichas y otras que no se dijeron, flores marchitas, historias de amor y amistad que no lograron terminar de escribirse o que tuvieron un triste final… y nos quedamos estancados en el pasado sin poder avanzar; negándonos la oportunidad
de empezar de nuevo, liberarnos, restaurar, renovar…
Perdonarnos, es ser capaces de aceptar e indultar nuestra propia humanidad; pasar la hoja, atrevernos a escribir un nuevo capítulo de nuestra historia personal.
Para encontrar la paz del alma, hace falta perdonar también a los demás; la palabra que dolió, la traición que golpeó, la acción que la vida destrozó, el abandono que dejó vacíos internos, la omisión, la indiferencia, los acosos, el cansancio, la fragilidad humana del otro que tanto hirió, que robó la fe, la esperanza de creer en el amor, en la amistad, aún en el mismo perdón…
Perdonar al otro es liberarnos de sentimientos que causan mucho más dolor; porque nos encasillan en hechos que ya pasaron, en tormentas que cesaron, en diluvios y terremotos que aunque arrasaron con lo mejor de nosotros mismos, no todo se lo han robado; porque mientras nuestro corazón siga latiendo, tenemos la oportunidad de seguir viviendo, restaurando lo que está destruido, renovar el
corazón herido, devolviendo la fe y la paz que se había perdido…
El perdón sale de nosotros mismos, de nuestra capacidad de amar, de volver a empezar… El aprender a perdonar surge de esa experiencia que tengamos del Padre Dios y Jesucristo que nos enseñó a perdonar, saldando El mismo todas nuestras deudas, liberándonos de toda culpa, regalándonos la nueva vida en el amor que a diario nos manifiesta, en esa cruz, que más que condenarnos nos redime y nos libera…
Perdonar es empezar de nuevo, amar con tanta intensidad que hagamos del perdón el milagro que restaure nuestra vida, le devuelva la paz y la esperanza perdida; y nos llene de fuerza y fe para hacer nuestros sueños realidad….
Por ello, revisa tu interior y piensa: ¿Qué te hace falta perdonar? ¿Qué te impide avanzar?... ¿Estás listo para empezar de nuevo, reparar, restaurar, renovar?...
Solo Dios nos da esa capacidad de perdonar; de El recibimos y aprendemos el perdón que le devuelve la paz al corazón…
Cada día en nuestra oración repetimos: Perdónanos como perdonamos… digámosle
también, enséñanos a perdonar como Tu nos has perdonado…
Autor: desconocido
Se comprensivo y compasivo contigo mismoEres de barro.
Eres frágil.
Eres humano.
Caes, te equivocas, pecas.
Por esta razón, te hace mucho bien:
- aceptarlo con humildad,
- confesarlo con arrepentimiento,
- aprovecharlo, con amor y buen humor.
Nadie tiene tanto interés en acogerte y perdonarte como Dios, que te ama. Si Dios te perdona, con gozo, justo en es que tú también te perdones y te alegres de ser perdonado por él.
¿Quieres dar gusto a Dios? Acepta su amor, déjate perdonar por él y –con su gracia – comienza de nuevo. No cometas el disparate de ensañarte contra ti mismo, de reprocharte que has pecado, rebelándote contra ti mismo. Dios te quiere demostrar su amor hacia ti, perdonándote. Demuestra que te amas, perdonándote a ti mismo. Si Dios nunca se ensaña contigo ni te regaña, por tu debilidad, aún siendo él todo santidad, cuanto menos tú, contigo mismo, que eres pura fragilidad.
La más grande felicidad de Dios es amar, demostrar su amor, comprendiendo y perdonando. Tu mayor gozo, el dejarte perdonar por Dios. La reconciliación de Dios hace posible el que puedas reconciliarte contigo mismo.
No te enfurezcas porque has caído. Cada vez que fallas (pecas), pones en evidencia tu condición de barro, de pecador, pero también tu necesidad de ser perdonado y reconciliado. Si Dios tiene tanto gusto de perdonarte y reconciliarte con él, tú tienes que ser benévolo y comprensivo contigo mismo.
Cuando pecas, te conoces a ti mismo.
Cuando te dejas perdonar y amar por Dios, conoces, de verdad, a Dios.
Tú eres tú, cuando reconoces, humilde y sencillamente, que eres pecador. Dios es Dios, cuando te ama y te perdona.
¡Cuánto te ama Dios, que te pide le des el gusto de perdonarte! ¡Cuánto te amas a ti mismo, cuando aceptas ser perdonado por Dios!
Dios se siente muy orgulloso de ti cuando te alegras por haber sido perdonado por él.
Todo tu empeño ha de ser, vivir en la verdad.
Tu mayor preocupación: ser objetivo, realista. Reconoce que eres pecador, pero muy amado por Dios. Los dos aspectos juntos, inseparables, son la verdad entera. Si dices lo primero y callas lo segundo, o si niegas lo primero para recalcar lo segundo, tanto en un caso como en otro dices sólo media verdad, haciéndote un mal servicio.
El perdón y la reconciliación que Dios te ofrece, con tanto gusto y gozo, te enseñan una lección muy importante: que te comprendas y te compadezcas, te perdones y te decidas a sacar provecho de todo, hasta de tus pecados. Te engrandeces cuando te compadeces y perdonas. Aunque todo tu ser se resista a compadecer y perdonar al que te ha ofendido, tu categoría divina ha de prevalecer sobre tu reacción instintiva. Te asemejas a Dios, cuando te dejas reconciliar y perdonar por él, y utilizas esa medida divina para perdonar al que te ofende o te insulta. Demuestras ser inteligente, ser superior al que te ofende, respondiéndole con la compasión y el perdón sinceros. No des gusto a tu adversario, poniéndote a su altura. Si él, ofendiéndote, se ha puesto a la altura del polvo, tú, perdonándole, le demuestras tu superioridad poniendo en evidencia su miseria.
¿Qué inmensamente bueno y sabio es nuestro Dios, que nos ha querido dar su perdón a través de hombres de barro como nosotros, “especialistas”en saberse reconciliados y siempre necesitados de reconciliación? Los ángeles, con toda su ciencia celestial, no sabrían comprendernos como lo hacen los que son del mismo material que nosotros.
Reconciliado por Dios y con Dios, quedas comprometido a ser, siempre, testigo y agente de reconciliación.
Cuando Dios te perdona, te perdona de verdad. Olvida – para siempre – todos y cada uno de tus pecados. Tú, al revivir tus pecados, quedas comprometido a poner toda la importancia en la bondad y misericordia de Dios en la deuda de gratitud y de amor que tienes con él. Sólo así, puedes sacar beneficio de tus faltas, debilidades, caídas y pecados. Desde esta perspectiva del amor, de la bondad y misericordia divinas, tus pecados te enseñan más de lo que puedes imaginar.
Dios quiere que te aceptes con amor, que te perdones con buen humor.
José Luis Alonso, oar
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